Sobre la construcción mental de la realidad (y sexualidad) 4/8
Sobre el instinto de
supervivencia
Nadie nace sabiendo que se va a
morir. Por eso los infantes son tan imprudentes y es peligroso dejarlos solos.
Sin embargo, ellos desarrollan este instinto de supervivencia gracias a la
experiencia de entrar en contacto con el dolor. Una vez que conoces el dolor,
lo evitas. El miedo también se desarrolla frente a estímulos violentos: ruido,
imágenes desagradables, olores fuertes y movimientos bruscos. Cualquier cosa
que ponga en jaque tu estabilidad. Los animales que yo sepa, no tienen una
conciencia de la muerte como nosotros, pero sí del peligro. ¿Será entonces el
miedo a la muerte o el miedo al dolor y al peligro?
Si tuviéramos un instinto de
supervivencia universal, no existirían los suicidas, que además se suicidan por
cosas que podríamos catalogar de intrascendentes: como dramas amorosos o crisis
existenciales.
Hay seres humanos que
aparentemente nacen sin la percepción del dolor, son pocos casos, pero existen.
Uno bastante interesante es el de Olivia, que además de no sentir dolor,
tampoco siente hambre ni sueño ni frío. Lo que hace que no tenga ningún sentido
del peligro. Es decir, no posee un instinto de supervivencia tal y como lo
conocemos. Quizás podría aprender a desarrollar un miedo a la muerte más
adelante, pero su miedo a la muerte tendría obligatoriamente una causa más
sentimental o filosófica. Ella podría desarrollar el miedo a la muerte por su
puro concepto: el dejar de existir, el que vendrá después, ¿a dónde se irá mi
alma? ¿existe el alma?
Olivia Farnsworth, la niña inmune
al dolor
Vive en Huddersfield, Inglaterra y a menudo pasa hasta tres días y noches sin dormir. Según señalan los médicos, tiene una condición que se describe como la eliminación del cromosoma 6.
Su madre, Niki Trepak de 32 años, señaló al Daily Mail que la condición significaba que su hija no tenía "ninguna sensación de peligro".
"Ella fue atropellada y arrastrada por la calle por un auto y no se quejó (...) Fue arrastrada unos unos diez metros. Fue horrible, yo creo que es algo que nunca voy a superar", expresó la mujer.
"Yo estaba gritando y todos mis otros hijos estaban gritando mientras corría. Pero Olivia era como, '¿qué está pasando?'. Ella simplemente se levantó y comenzó a caminar de nuevo hacia mí", relata la madre.
Agregó: "Debido al impacto debería haber tenido lesiones graves. Ella tenía una marca de neumáticos en su pecho (...) Los médicos piensan que lo que la salvó de una lesión era que ella no tuvo tensión en su cuerpo en ningún momento".
Niki contó que Olivia comenzó con estos síntomas cuando ella tenía tan sólo unos meses de edad. "Olivia nunca lloraba como un bebé y dejó de dormir en el día desde la edad de nueve meses", confesó.
Vaya, ya no me siento tan extraña
luego de conocer esta noticia (soy muy cobarde para soportar el dolor, siento
frío/calor y eso sí: soy muy dormilona). No me sorprendería que Olivia más
tarde adquiriese una sexualidad, ya que sus tendencias no necesariamente pueden
influir en ese aspecto. También sería muy interesante medirle el sentido del
olfato y comprobar que el suyo sí está funcionando. Porque para sentir antojo
por la comida se debe desear saborearla y el olfato está bastante conectado con
el sentido del gusto y, por tanto, para la mayoría de las personas se relaciona
con el placer (sistema de recompensas). No obstante, su caso parece tener una
explicación genética, pero que yo sepa, los asexuales tenemos el material
genético de lo más común y corriente.
De todos modos, incluso sin esa
mutación genética, hay personas que a base de entrenamiento mental pueden
desarrollar un umbral del dolor muy alto hasta prácticamente auto anestesiarse
como es el caso de los faquires. Y en el caso de algunas personas esquizoides o
con autismo profundo su umbral del dolor es muy alto también, aún sin haberse
propuesto resistir. Lo cual no tiene una razón fisiológica sino únicamente de
percepción mental.
¿Por qué? Porque las emociones
pueden exagerar las sensaciones físicas de dolor. Es por eso que en ciertas
comunidades indígenas las mujeres apenas sienten dolores de parto o se quejan
muy poco. Es común que den a luz solas en medio del campo, ellas mismas se
encarguen de toda, se echen el bebé a la espalda y continúen con su trabajo
como si nada. Lo cual no quiere decir que no sientan dolor, sino que este es
apaciguado por la actitud tranquila que toman en ese momento.
Me ha sucedido como tres veces
que mi cuerpo ha estado a punto de colapsar, pero mi conciencia ha sido más
fuerte.
Sufro de dolores menstruales
fuertes algunas veces al año y cuando se presentan mi martirio es intenso. Nuca
olvidaré un episodio que tuve cuando tenía 16 años y salí a comprar vivieres
con mi madre. Era pleno verano, como la 1 p.m. y mientras caminaba entre la
multitud, noté que a pesar de que mis cólicos menstruales habían disminuido mi
cabeza comenzaba a darme vueltas. Ni siquiera podía caminar en línea recta sin
trastabillar un poco. De repente vi que toda la calle, el cielo y la gente eran
cubiertos por un manto de noche. La misma vista de cuando le bajas todo el
brillo a tu TV. Primero me figuré que era un eclipse, pero entonces ¿por qué
nadie más parecía notarlo y seguían como si nada? A estas alturas, cuando todo
a tu alrededor se oscurece, ya deberías estar bien tirado en el piso, pero yo
solo me quedé sorprendida expectando. Me puse a evaluar de inmediato: mareos,
oscurecimiento, sensación de que mis rodillas se doblan... Vaya, estoy cerca de
un desmayo. Le avisé a mi madre y llamó un taxi. Lo curioso es que yo no estaba
asustada, solo sorprendida e interesada por experimentar por primera vez cómo
era estar cerca de un desmayo. Al momento de sentarme en el vehículo, me tomó
apenas un minuto reponerme. Se fue todo el malestar y regresé a casa de lo más
normal para echarme a dormir.
Ni siquiera es que me haya
resistido con fuerza. De hecho, soportarme un desmayo, es más fácil para mí que
soportar la somnolencia.
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